¿Cómo afecta la exposición a la contaminación al granito blanco en exteriores?

La exposición a la contaminación en exteriores puede tener varios impactos negativos en el granito blanco. Uno de los problemas principales es el deterioro estético. Con el paso del tiempo, la contaminación atmosférica, que incluye partículas de polvo, hollín y otros contaminantes industriales, puede ocasionar que la superficie del granito blanco pierda su color original y se vuelva opaca. Puedo acordarme perfectamente de un caso en Madrid, donde un edificio histórico con fachada de granito blanco, después de solo diez años desde su última limpieza, comenzó a mostrar signos evidentes de desgaste. Los tonos grisáceos y amarillentos cubrieron lo que antes era una superficie deslumbrante y uniforme.

En términos de datos cuantitativos, el proceso de deterioro no es inmediato; puede variar dependiendo del nivel de exposición y la concentración de contaminantes. Según estudios realizados por distintas universidades, en áreas urbanas altamente industrializadas, el desgaste puede hacerse evidente en apenas 5 años, mientras que en zonas menos contaminadas puede tardar una década. Esto, por supuesto, tiene un impacto económico, ya que restaurar y limpiar la piedra para devolverle su apariencia original puede costar entre 20 y 50 euros por metro cuadrado.

En el ámbito técnico, uno de los términos que se utiliza para describir estos efectos es “degradación química”. Este concepto se refiere a las reacciones químicas que ocurren cuando el granito blanco entra en contacto con contaminantes ácidos, principalmente el dióxido de azufre (SO₂) y los óxidos de nitrógeno (NOx). Estos compuestos pueden reaccionar con la humedad en el aire y formar ácidos que, a su vez, reaccionan con los minerales de la piedra, debilitándola y haciendo que se erosione más fácilmente. La formación de costras negras es un indicador típico de esta degradación química.

No puedo dejar de mencionar el caso emblemático del Taj Mahal en la India, una de las grandes maravillas del mundo, que utiliza un tipo de mármol blanco, similar al granito blanco en ciertos aspectos. Durante la década de los 90, los niveles de contaminación en la ciudad de Agra crecieron a tal punto que el monumento empezó a mostrar signos de lo que se llama “enfermedad de mármol”. Los esfuerzos para mitigar estos efectos negativos incluyeron la creación de una “zona de protección” de aproximadamente 10,400 kilómetros cuadrados alrededor del monumento en la que se restringieron las actividades industriales y se promovió el uso de combustibles más limpios.

¿Por qué es tan crítico mantener el granito blanco libre de contaminantes? Aparte del valor estético y histórico, está la durabilidad del material. La presencia de contaminantes reduce significativamente la vida útil del granito blanco. En condiciones ideales, este tipo de piedra puede durar siglos, pero cuando está expuesto a niveles altos de contaminación, su integridad estructural puede verse comprometida en tan solo un par de décadas. Este deterioro prematuro exige intervenciones más frecuentes, aumentando no solo los costos de mantenimiento sino también el tiempo y los recursos necesarios para conservar el material en buen estado.

Otro efecto no menos importante es la absorción de humedad. La contaminación puede aumentar la porosidad del granito blanco, permitiendo que más agua se infiltre en la piedra. Una mayor absorción de humedad puede inducir fisuras y microfracturas, que durante ciclos de congelación y descongelación se expanden, acelerando aún más el proceso de degradación. En tal caso, el daño no se limita a la superficie. Puedo recordar un artículo en el periódico El País que discutía cómo, en Salamanca, varios monumentos tuvieron que ser restaurados urgentemente porque la absorción de humedad había causado daños estructurales graves.

Por ejemplo, en el mundo de la construcción y la conservación de monumentos, el granito blanco requiere un mantenimiento constante. Uno puede pensar: “¿Qué tan frecuente es este mantenimiento?” Pues, según expertos en la conservación de edificaciones históricas, una limpieza profesional debería realizarse al menos cada cinco años en áreas de alta contaminación. Este ciclo de mantenimiento puede prolongarse en áreas más limpias, pero rara vez excede los diez años. Y por lo general, los costos por estos trabajos de conservación pueden oscilar entre los 10,000 y 30,000 euros, dependiendo del tamaño y la gravedad del daño.

Al observar más de cerca los parámetros de medición de la contaminación y su impacto en el granito blanco, es evidente que tanto los compuestos industriales como los contaminantes vehiculares juegan un papel crucial. Las partículas PM10 y PM2.5, comúnmente medidas en las estaciones de monitoreo de la calidad del aire, son especialmente dañinas. Dichas partículas se depositan en la superficie del granito y pueden penetrar sus microporos, incrementando así su tasa de polución y desgaste. Recuerdo haber leído en un informe de la Organización Mundial de la Salud que estas partículas no solo afectan la salud humana sino también la integridad de los edificios históricos.

¿Cuáles son las recomendaciones para mitigar estos efectos? Limitación al tráfico pesado en áreas cercanas a monumentos de granito blanco, implementación de zonas verdes que actúen como barriera natural a los contaminantes y la utilización de tecnologías más limpias en fábricas y plantas cercanas. Todas estas medidas no solo mejoran la calidad del aire sino también extienden la durabilidad de materiales arquitectónicos preciados.

La contaminación afecta negativamente no solo la apariencia y durabilidad del granito blanco en exteriores, sino también a un nivel estructural más profundo. Es crucial invertir en medidas preventivas y de mantenimiento para proteger este valioso material, tanto desde el punto de vista estético como histórico y económico.

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